Corina González: “ICEC considera al profesor como un profesional reflexivo, que investiga su propia práctica y colabora con otros profesionales”
Por Denisse Espinoza Ramos
A pocos días de que la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso comience a dictar el programa de Indagación Científica para la Enseñanza de las Ciencias (ICEC), proyecto formativo que pretende contribuir al desarrollo profesional de profesores de párvulos, enseñanza básica y media de colegios municipales; conversamos con su directora Corina González para conocer los detalles y alcances de esta novedosa iniciativa. La académica es profesora de Biología y Doctora en Ciencias, mención en Didáctica de la Ciencia, y además de estar a la cabeza del programa ICEC, también dirige el Magíster en Didáctica de las Ciencias Experimentales que la misma facultad dicta desde hace ocho años.
¿En qué consiste el programa Indagación Científica para la Educación en Ciencias?
El programa de Indagación Científica para la Educación en Ciencias está basado en una experiencia anterior del Ministerio de Educación, que es el programa de Educación en Ciencias Basada en la Indagación (ECBI). Éste tuvo lugar entre el 2003 y 2012 y tenía como objetivo llevar la ciencia a las escuelas básicas.
A raíz de esta experiencia surge el programa ICEC, que tiene un nuevo enfoque ya que enfatiza el desarrollo profesional docente, pensando que el objetivo es generar un docente que sea autónomo, reflexivo sobre sus prácticas y capaz de generar una metodología. Es un programa de perfeccionamiento que tiene una duración de 8 meses y está orientados a profesores desde el nivel de parvulario hasta enseñanza media que enseñan ciencia de establecimientos municipales. Se dictarán dos cohortes: un primer curso ahora y otro que empieza en marzo, en cada uno participaran 35 profesores. A la PUCV le asignaron comunas que son de los alrededores de Quillota, La Calera, La Cruz, San Antonio, El Tabo, Algarrobo, Las Cruces, etc., y en el próximo cohorte se va a trabajar con las comunas de Viña del Mar, Valparaíso, villa Alemana, Quilpué.
El curso incluye la indagación científica como metodología y enfoque de enseñanza, buscando que los niños hagan ciencia en la escuela, es decir, aprendan ciencia a través de la resolución de problemas o del planteamiento de preguntas, a la manera en que lo hacen los científicos.
Así mismo, se centra en el perfeccionamiento profesional docente y la generación de comunidades de aprendizaje. Para ello, el programa propone pasantías científicas cortas en laboratorios de investigación para que los profesores tengan una aproximación a lo que es la investigación científica. También incluye un congreso regional, que se haría el próximo año, en donde los profesores puedan mostrar lo que han hecho; y muestras de aprendizajes, donde los niños de esos profesores también exhiban lo que han aprendido a la comunidad.
¿A qué te refieres cuando hablas de “generar una comunidad de aprendizaje”?
Se entiende que la red de apoyo que requiere el profesor, una vez finalizado el curso, va a estar dada por los propios colegas. Se espera que el grupo de los 35 profesores que participarán el curso generen comunidades dentro de sus escuelas y que a largo plazo se generen comunidades comunales, en donde haya varias escuelas que se unan o converjan en grupos de reflexión. La idea es que el profesor comprenda lo que es la indagación científica, algunos principios más actualizados de cómo se entiende la educación científica, pero por sobre todo, que sea un actor de cambios dentro de su establecimiento y pueda adaptar lo que se le enseña al contexto en el que él está, de manera independiente al programa.
¿Cómo se vincula la Facultad de Ciencias PUCV a este programa del Ministerio de Educación?
La PUCV, en general, y yo misma tenemos una vinculación con el Ministerio de Educación a través del programa ECBI desde hace mucho tiempo. Si bien ECBI tenía un representante en cada región, y en Valparaíso era la Universidad de Playa Ancha, a nosotros nos llamaron varias veces para elaborar unos módulos para el programa, hacer una evaluación de éste y participamos en la evaluación internacional de ECBI. Entonces, teníamos ya una relación con el Ministerio. Por eso, en julio del año pasado, cuando se armó una mesa técnica con los encargados en regiones del programa ECBI también nos incluyeron a nosotros y la Universidad Alberto Hurtado.
¿En qué se diferencia ICEC de ECBI?
ECBI ponía énfasis en el desarrollo de materiales que se le entregaba al profesor. Había un monitor que le decía al profesor qué tenía que hacer. Era una cuestión muy vertical. Entonces, nos dimos cuenta que el foco tenía que estar puesto en el desarrollo profesional, en el fondo, es la diferencia entre dar el pescado y enseñar a pescar. Lo que queremos es que ICEC sea una instancia de desarrollo profesional profunda y sustentable a largo plazo. Con ECBI pasó que una vez finalizado el programa, la mayoría de las escuelas volvió a hacer clases más tradicionales porque no tenía las cajitas o no estaba el monitor. Finalmente, muy pocos profesores comprendieron de lo que se trataba y siguieron utilizando la metodología.
¿Cómo fue el proceso para seleccionar a los profesores que participan?
Esa es otra diferencia con ECBI, pues ahí lo que se hizo fue que las comunas decidían si participaban o no, se asignaban ciertas escuelas y los profesores estaban obligados a participar. Ahora es voluntario. Entiendo que se hizo un llamado a las comunas, éstas a liceos y escuelas, y estos a sus profesores. Los profesores que quisieron, se inscribieron. Se manejó a nivel comunal, pero con los profesores que realmente estaban interesados. La condición fue que se inscribieran al menos dos profesores por escuela para que tuviera sentido generar una comunidad de aprendizaje. Por ejemplo, la comuna de Puchuncaví, que ahora va a trabajar con la UPLA, tiene una política súper fuerte de educación en ciencias y decidieron inscribir a todos sus profesores.
¿Cómo se decidieron los contenidos del curso?
El diseño de los cursos y el programa se hizo en consenso con todas las universidades participantes. Entre todos se decidió que tenía que tener ocho módulos: Visión de Ciencia, Visión de Educación en Ciencias, Indagación Científica, Investigación en el aula -justamente porque queremos que el profesor se desarrolle como un profesional reflexivo-, Evaluación para el Aprendizaje, Comunidades de Aprendizaje -donde se le van a enseñar al profesor a trabajar en comunidad y se les formará como líderes-, Curriculum en Ciencias Naturales -donde se trabajará en torno a grandes conceptos como “materia” con los profesores de parvulario hasta 4° medio-, y Diseño de material didáctico –donde se les enseña a enseñar su propio material-.
¿Qué planteamientos novedosos propone ICEC?
Desde el año 2009 los lineamientos de curriculum del Ministerio de Educación exigen que se desarrollen habilidades científicas en los niños, por ejemplo, la habilidad de observar, de formular una hipótesis, de diseñar un experimento. Eso es algo que en la formación del pregrado de los profesores no se aborda. En el 2010 salieron los estándares de las competencias de los profesores, y ahí aparece que ellos tienen que desarrollar capacidades científicas en los niños. Por ello, la Indagación como enfoque o metodología está orientada a implantar estas capacidades en los niños y a mejorar la comprensión del concepto científico y la motivación por la ciencia.
Entonces, lo novedoso es abordar un ámbito del curriculum que está dejado de lado. Han existido cursos ministeriales así, pero no con este modelo de formación. “ICEC no considera al profesor como un técnico que tiene que ejecutar lo que uno le dice, sino como un profesional reflexivo, que investiga su propia práctica y colabora con otros profesionales en el marco de una comunidad de aprendizaje.
¿Por qué es importante cambiar el enfoque con ?
Yo creo que hay una crisis de confianza con los profesores, desgraciadamente, el estatus y la autoestima de los profesores es baja. Eso está dado porque al profesor por mucho tiempo se le ha tratado como técnico y no como profesional. En contraste, los sistemas educativos más exitosos se basan en la confianza en los profesores, quienes por ejemplo deciden los curriculums.
En Chile está muy asentada, tanto en profesores como en instancias formadoras, la idea de que si uno viene de la universidad es un especialista, y tiene que decirles a los profesores lo que deben hacer. Todas las investigaciones dicen que eso no sirve. Los profesores son profesionales y no va a transformar su práctica si no siente que es necesario hacerlo. Él es quién mejor conocer su contexto y, por lo tanto, el especialista de lo que ocurre en su sala de clases. Entonces, justamente, este programa tiene como elemento distintivo que trata al profesor como profesional, pues cree que es quién mejor sabe cómo mejorar su foco de enseñanza. Para eso puede necesitar herramientas, que se construyen en conjunto, pero solo él puede tomar las decisiones pertinentes. Desde punto de vista, ICEC apuesta por tres ejes: la autonomía, reflexión y colaboración.
¿Qué expectativas tienen sobre el proyecto?
Yo tengo la experiencia de trabajar hace cinco años con un grupo de profesores del sistema escolar, donde formamos una comunidad de aprendizaje, y nos juntamos todos los viernes tres horas a discutir acerca de nuestras prácticas. El grupo se llama Profesores Reflexionando por una Educación Transformadora en Ciencias (PRETEC) y surgió en el 2010. Si bien partió como un proyecto de investigación donde yo miraba como otros compartían sus prácticas, hubo un momento donde yo sentí la necesidad de poner mis prácticas sobre la mesa y que me las discutieran. Para mí ha sido una experiencia muy enriquecedora, que ha mejorado mi propia práctica en el magister y en el pregrado. Yo ansío que con ICEC pase lo mismo.
Espero que los profesores valoren su propia práctica y experiencia, pero también sean capaces de cuestionarla y visualizarla con ojo crítico. También que puedan compartirla y valorar la experiencia de sus colegas. Hay una historia de un antropólogo que llega a África y que ve un grupo de niños. Él viene y pone una canasta de frutas debajo de un árbol. “El primero que llega, se puede quedar con toda la fruta”, les dice a los niños. Entonces, ellos se toman todos de la mano y corren todos juntos, llegando al mismo tiempo. Se sientan debajo del árbol y comen entre todos las frutas. El antropólogo, muy impresionado de ver una cosa tan poco occidental, les pregunta a los niños porqué hicieron eso. “¿Cómo alguno de nosotros podría haber sido feliz si todos los demás están tristes?”, le responde un niño. Ocupan un término de su lenguaje que es Ubuntu, que significa “soy en función de que los demás me reconocen como tal”. Esa filosofía de compartir la canasta es la expectativa mayor que tengo. Espero que se genere un espacio en donde todos podamos poner nuestra fruta y entre todos podamos comer la fruta que hay. Por sobre todo, que los docentes se sientan a gusto, acogidos, sientan que es una instancia importante de desarrollo profesional y puedan visualizar esto a largo plazo. Llevarlo a sus escuelas y puedan transformarse en agentes de cambio de sus propias escuelas.